En una ocasión le preguntaron a
Don Antonio si tenía alguna aspiración política. Él, con su sorna educada, dijo
que sí pero que dicho cargo no existía: Quería ser Alcalde del Parque del
Retiro. El viejo profesor, Tierno Galván, se puso a ello, y le concedió el
bastón de mando como alcalde de dicho lugar para que lo guardara y protegiera.
Esta declaración de amor hacia un parque es una manifestación más de la
sensibilidad que este académico profería a la naturaleza.

Su
mural al Retiro, pintado en el Metro de Madrid es una alegoría de su parque
real e imaginario. Un catálogo social con todas las personalidades que se dan
cita en él a diario: pobres de solemnidad que cortejan a voluptuosas estatuas,
abuelos juguetones, abuelas enamoradas, tunos en acto de servicio, vendedores
de globos, violinistas y trileros, amantes que se aman, lectores y pescadores,
hasta Velázquez en plena creación. Todos ellos acogidos por árboles y arbustos,
de variadas especies y tamaños. Caricaturizados pero identificables lo que
implica un esmero para su observación y
conocimiento, un detenimiento para captar esas personalidades vegetales.

Queda su obra como un patrimonio a disfrutar y trabajar por los profesores de colegios e institutos, pues en ella podrán aprender mucho los alumnos. Historia, ciencia, sociedad, pero sobre todo educación y formas, elegancia y destilado humor, todo ello de suma importancia y necesidad en la actualidad. Decía esta gran persona, hace unos años en una entrevista, que el sentido del humor forma parte de la integridad de las personas inteligentes y bien educadas. Y es verdad, tal y como estamos hoy en día, las cosas hay que tomárselas con inteligencia, o sea, con sentido del humor…
Recréense con
sus viñetas, ríanse con su visión de la vida, disfruten de sus pinturas. Lo
pueden hacer en Internet, o con el método de toda la vida, en las bibliotecas y
hemerotecas. Cojan un libro con su obra y siéntense en su parque favorito.
Mientras sonríen y piensan, escucharán
el canto en cascada de los verdecillos, olerán los primeros majuelos, sentirán
el enamoramiento aflutado de los mirlos. En fin, salgan a solazarse.
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