domingo, 8 de abril de 2012

El árbol de Antonio Mingote


            En una ocasión le preguntaron a Don Antonio si tenía alguna aspiración política. Él, con su sorna educada, dijo que sí pero que dicho cargo no existía: Quería ser Alcalde del Parque del Retiro. El viejo profesor, Tierno Galván, se puso a ello, y le concedió el bastón de mando como alcalde de dicho lugar para que lo guardara y protegiera. Esta declaración de amor hacia un parque es una manifestación más de la sensibilidad que este académico profería a la naturaleza.


                Su mural al Retiro, pintado en el Metro de Madrid es una alegoría de su parque real e imaginario. Un catálogo social con todas las personalidades que se dan cita en él a diario: pobres de solemnidad que cortejan a voluptuosas estatuas, abuelos juguetones, abuelas enamoradas, tunos en acto de servicio, vendedores de globos, violinistas y trileros, amantes que se aman, lectores y pescadores, hasta Velázquez en plena creación. Todos ellos acogidos por árboles y arbustos, de variadas especies y tamaños. Caricaturizados pero identificables lo que implica un esmero para su observación y  conocimiento, un detenimiento para captar esas personalidades vegetales.

                Y es que la obra de Mingote está plagada de árboles, desde sus homenajes al pueblo hasta sus recreaciones de la ciudad. Estos vitales personajes aparecen en muchas ocasiones como centro de atención, agobiados por esa marabunta de coches que dibuja en las urbes, o amenazados por la fiebre arboricida de las castillas de los años 50 y 60. Esta pasión arbórea se deja entre ver en la maestría con que pinta higueras o sauces llorones. El crecimiento de sus ramas, la forma de su copa, la armonía de su estructura, todo con la sencillez imposible de la caricatura.


Queda su obra como un patrimonio a disfrutar y trabajar por los profesores de colegios e institutos, pues en ella podrán aprender mucho los alumnos. Historia, ciencia, sociedad, pero sobre todo educación y formas, elegancia y destilado humor, todo ello de suma importancia y necesidad en la actualidad. Decía esta gran persona, hace unos años en una entrevista, que el sentido del humor forma parte de la integridad de las personas inteligentes y bien educadas. Y es verdad, tal y como estamos hoy en día, las cosas hay que tomárselas con inteligencia, o sea, con sentido del humor…

Recréense con sus viñetas, ríanse con su visión de la vida, disfruten de sus pinturas. Lo pueden hacer en Internet, o con el método de toda la vida, en las bibliotecas y hemerotecas. Cojan un libro con su obra y siéntense en su parque favorito. Mientras sonríen y piensan,  escucharán el canto en cascada de los verdecillos, olerán los primeros majuelos, sentirán el enamoramiento aflutado de los mirlos. En fin, salgan a solazarse.

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