Un crotoreo de
cigüeñas inaugura el crepúsculo. Miles de plumas blancas clarean el azul tímido
de la madrugada. Las garcetas, embozadas y somnolientas, comparten el cañaveral
con martinetes y cangrejeras. Sobre ellas, cornejas vocingleras enlutan el enrejado de cañas. Ahora
intervienen los gansos, altisonantes y orgullosos acercando su partitura al
amanecer. Le seguirán las grullas, con su elegante desperezarse, en una
interpretación refinada de cómo inaugurar la luz del día.
La laguna se
empieza a perlar de fochas morunas, mientras los patos cucharas escanean la
superficie del agua con la coreografía de sus picos. La percusión del chapoteo
se pierde cuando entran en escena las cercetas pardillas, tímidas y menudas.
Pero el foco recae sobre la enrosada belleza de los flamencos: tenores y
sopranos, contraltos y barítonos ordenan coro y orquesta en la Cañada de los
Pájaros. Es en este rincón privilegiado de Doñana donde hoy tengo la
satisfacción de amanecer para ser testigo y cómplice, una vez más, del
compromiso con la biodiversidad de Plácido y Maribel. Dos humanos que
restauraron una gravera para convertirla en un espacio vital y sonoro. Una isla
de coherencia y sosiego donde han aprendido y enseñado a criar en cautividad y
soltarlas, a las especies de nuestra
avifauna con poblaciones menguadas.
En Puebla del Río una banda sonora brota desde
la Cañada. Parece uno estar enredado en los renglones del Romance al Milagro de
San Antonio. Tengo la sensación de oír a Joaquín Díaz interpretar este canto en
medio de sus silvestres personajes. Mientras escribo estas líneas veo a Maribel
alimentar infatigable a garcillas y espátulas, a la vez que Plácido deambula
entre anátidas, transmitiendo una paz queda. El trabajo de estos dos
profesionales es impagable. En este año de sequía y escasez nutren e hidratan a
la buena gente de las marismas. Sufren al saber que no pueden llegar a todas la
emplumadas que quisieran, los dineros no dan para más…

Y es aquí, en
el cogollo de la vitalidad de nuestro parque más internacional, donde soy
consciente de la necesidad urgente de crear empleo y desarrollo económico
sensato con nuestros recursos más naturales. Trabajadores comprometidos como
mis amigos de la Cañada de los Pájaros deben ser protegidos y apoyados, pues
ellos a su vez generan otros puestos de trabajo en forma de guías, educadores,
restaurantes y tiendas. Esto es una realidad que ustedes pueden comprobar si se
acercan a unos kilómetros de Sevilla. Trabajo y naturaleza, fidelidad y
vocación, profesionalidad y pasión…todo ello amanece cada día en Doñana gracias
a Plácido y Maribel.
1 comentario:
Maravilloso Amanecer en Doñana, he leido que la Junta quiere vender la finca La Almoraima, cerca o dentro de este conjunto una persona que falleció allí D. Juan José Pérez Gomez dejó su vida y trabajo por ese enterno maravilloso y único, mi gratitud y recuerdo hacia él y su familia, y por supuesto a los que trabajan allí. M. Belén Alvarez Hurtado
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