martes, 8 de enero de 2013

Sol de invierno


           
Mientras escribo estas líneas una tromba de luz y calor entra por la ventana. Este sol de invierno es terapéutico, como los paseos balsámicos por los pinares. En el campo esta sensación se mezcla con sus olores y sonidos, produciendo una agradable sedación que atempera cualquier conato de ansiedad. Esta luz acalorada sienta bien no sólo a los humanos, también gozan de ella de manera manifiesta las aves.

En estos días de asueto navideño ha habido nieblas y fríos, que restan vivacidad a los paisajes. Pero han bastado unos rayos vertidos sobre las mañanas tardías, para que la desnudez de las riberas den a luz trinos y gorjeos. Las emplumadas notan con celeridad estos cambios de temperatura y responden como si se alegrarán. En seguida, a poco que uno pegue la oreja, empieza a escuchar carboneros y herrerillos, que andan picoteando entre las yemas de los árboles. De inmediato están ahí los petirrojos, descarados y armónicos, que se encaraman en cualquier rama para verte mejor. No faltarán los pinzones en unirse al coro o los ruiseñores bastardos, que repetirán sus estribillos hasta introducirlos en tu ADN.


            Pero en el cielo no faltan los atractivos. Milanos reales empiezan a silbar sus amores en compañía de ratoneros curiosos. Las escasas corrientes térmicas son aprovechadas para ascender sin esfuerzo y dejarse observar: una exhibición de comentas silvestres. Los cernícalos aprovechan estos grados de más para detenerse sobre los rastrojos y meterse al coleto algunos topillos. Como vemos, el invierno no es esa postal triste e insulsa. Hay mucha vida y movimiento que nos pasa desapercibida si no le echamos una mirada.

 Y aunque nos parezca difícil también hay floraciones. Ahí tenemos ya a las verónicas, tímidas de azul que apenas levantan del suelo. O los alisos, que ya andan soltando el polen sin miedo a los fríos. Incluso algún sauce adelantado muestra sus austeras flores sin envidiar los blancos y amarillos de los jaramagos.
            Esta ha sido la acuarela que me ha acompañado estos días y que me ha hecho pensar una vez más, que debajo de un escenario gris siempre hay color. Escondidas bajo la hojarasca nacida del otoño están las semillas de la primavera. Entre los harapos del bosque, las bellotas de robles y encinas ya han empezado a echar sus raíces, para que no se les escape el suelo que les verá enarbolarse. La vida se abre camino pase lo que pase…

            Pues esto es lo que espero de este año, que nos sigamos abriendo camino a pesar de los pesares. Que sigan brotando las semillas para acogernos en sus verdores. Que no dejen de llenar partituras las aves canoras a fin de alegrarnos el día a día. Que las arboledas abracen nuestros paseos, o que el río siga riéndose en las pesqueras.

Y en medio de tan bucólicos deseos, demando algunos más humanos: trabajo para el que no lo tenga y salud para todos, que buen falta nos va a hacer. Completando el bolero, ese que nos cuenta que tres cosas hay en la vida…,  les hago una invitación: quiéranse un poco todos los días y paseen con aquellos a los que quieren por los parques de la ciudad o los campos de su pueblo. Esos momentos son suyos y son necesarios. Lo demás es ruido o silencio.

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