
Iniciada en el año 2012, la propuesta está permitiendo la señalización de diez árboles monumentales y singulares en las zonas señaladas.
Ejemplares que por su edad, rareza o estética merecen una mirada atenta y contemplativa. Para ello esta fundación trabaja con un equipo de profesionales y voluntarios que catalogan, evalúan y seleccionan los más adecuados para formar parte de una ruta diferente. Es de destacar la colaboración del equipo de árboles monumentales de la Diputación de Valencia, Bernabé y José Moya, así como José Plumed, conservador de Jardín Botánico de dicha ciudad.
Durante los últimos meses el grupo de voluntarios ha estado realizando trabajos de inventariado e investigación etnográfica, ya que uno de los fines a conseguir es sacar a la luz la historia humana de estos grandes seres vivos.
Las poblaciones de Lagunilla, El Cerro, Béjar, Cantagallo y Montemayor del Rio han sido elegidas para ser las ubicaciones de las primeras señalaciones que permitirán realizar esta ruta. A lo largo de este fin de semana se han instalado tanto las señales direccionales que facilitan la llegada a los abuelos vegetales, como las sencillas esculturas en hierro que identifican al árbol.
El jardín renacentista El Bosque acogió la presentación de la Ruta de las Catedrales Vivas una iniciativa de fundación Tormes a la que asistió y en la que participó de forma activa la hija de Félix Rodríguez de la Fuente,Odile Rodríguez de la Fuente.

Este proyecto se está desarrollando gracias a la cofinanciación del 85 % por parte del Grupo de Acción Local ADRISS y al 15 % por la Fundación Tormes-EB.
Dentro de la ruta se sitúa estos árboles:
- El Cedro centenario de la Centena en Béjar
- El Roble Herrero en el Cerro
- El Castaño de los Mozos en Lagunilla
- El Castaño de la Mata de San Miguel de Valero
- El inusual alcornoque de Cantagallo
- Los Cipreses del Campo Santo en Montemayor del Río
- Los Olivos casi milenarios de San Esteban de la Sierra
También hemos contado con la participación de alumnos de la zona que nos enseñaron tremendos ejemplares como éste, El Quejido de Lorenzo de Peromingo, que José Antonio quiso que conociéramos.
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