martes, 16 de octubre de 2012

Dineros del fútbol, dineros de la ciencia

Un país en el que los grandes equipos de fútbol tienen más presupuesto que los grandes equipos de investigación, un país donde el IVA del fútbol es del 10 % y el de la cultura es el 21 %, dicho país tiene un problema de visión, estrategia y sensatez. Sólo hay que pensar en el número de personas que viven gracias al fútbol y gracias a la ciencia. En el primer caso no dudo de que haya un gran número de puestos de trabajo en juego al margen de sueldos estratosféricos de estrellitas de temporada, televisiones, magnates e intermediarios.  Gracias al esférico trabajan y viven miles de personas. Pero gracias a la ciencia vivimos todos – de sus avances y descubrimientos -  y trabaja también un gran número de gente entre científicos, empresas, contratas, patentes y becarios.

En esta época de evitar las mamandurrias lo primero que hay que saber hacer es seleccionar y jerarquizar. No voy a entrar en la salmodia necesaria de no recortar en sanidad, aunque sí me gustaría que los grandes decisores de la política trasladaran su lugar habitual de vivienda por ejemplo a los Arribes de Duero, para que vieran desde la realidad la necesidad de las urgencias. Entraré de lleno en los aspectos relacionados con la educación, tanto en conocimientos como en valores.

Formarse de manera integral, capacitarse para utilizar esos conocimientos y estar dotado de una escala de valores que te hagan una buena persona es una herramienta fundamental para sobrevivir en este día a día. Si esto no se produce o se poda alguna de las tres patas de este principio planteado, la persona se encontrará con taras. Los aspectos del conocimiento los tenemos claros, pero lo de los valores y las actitudes… Fíjense sino en los ejemplos profesionales y éticos que aparecen por la pantalla de televisión, ese hermano mayor que todos los mozos tienen reverenciado.

Si sus ídolos son futbolistas o entrenadores mal educados, orgullos y tremendamente ricos, mal vamos. Menos mal que nos queda Vicente del Bosque, profesional, con patrimonio pero persona modesta  y del barrio Garrido. Nuestros jóvenes conocen perfectamente a Messi, Ronaldo, Cañizares o Casillas, pero no tienen las más remota idea de quién es Eugenio Santos o Mariano Barbacid.  Estos dos últimos señores, por si acaso, son parte de la élite investigadora cuyo trabajo beneficia y beneficiará a nosotros, a nuestros amigos y a nuestros familiares en la lucha contra el cáncer. 

Por no hablar de otros investigadores de igual nivel como Ramón Margalef, ecólogo y uno de los más reconocidos cerebros en el nivel internacional, o José Antonio Valverde, con méritos de igual índole, al que le debemos que exista el Parque Nacional de Doñana y no un cultivo de arroz o eucaliptos en su lugar. También pongo de ejemplo a dos salmantinos ilustres en el campo de la biología y ecología del paisaje: Francisco Bernis y Fernado González Bernáldez. Pero vamos, que alguien reconozca estos nombres se hace un tanto ciencia ficción; soy consciente de mis inocentes pretensiones, pero no por ello innecesarias



Si no formamos bien a nuestros jóvenes, si su educación no va orientada a tener también una vocación científica, nos estaremos equivocando. Cuando nos preguntamos hasta la saciedad sobre la clase de mundo que dejaremos a nuestros hijos, empiezo a pensar que tiene razón Leopoldo Abadía al dar la vuelta a la pregunta e interrogarse ¿Qué clase de hijos dejaremos a este mundo?

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