Un país en el
que los grandes equipos de fútbol tienen más presupuesto que los grandes
equipos de investigación, un país donde el IVA del fútbol es del 10 % y el de
la cultura es el 21 %, dicho país tiene un problema de visión, estrategia y
sensatez. Sólo hay que pensar en el número de personas que viven gracias al
fútbol y gracias a la ciencia. En el primer caso no dudo de que haya un gran
número de puestos de trabajo en juego al margen de sueldos estratosféricos de
estrellitas de temporada, televisiones, magnates e intermediarios. Gracias al esférico trabajan y viven miles de
personas. Pero gracias a la ciencia vivimos todos – de sus avances y
descubrimientos - y trabaja también un
gran número de gente entre científicos, empresas, contratas, patentes y
becarios.
En esta época
de evitar las mamandurrias lo primero que hay que saber hacer es seleccionar y
jerarquizar. No voy a entrar en la salmodia necesaria de no recortar en
sanidad, aunque sí me gustaría que los grandes decisores de la política
trasladaran su lugar habitual de vivienda por ejemplo a los Arribes de Duero,
para que vieran desde la realidad la necesidad de las urgencias. Entraré de lleno
en los aspectos relacionados con la educación, tanto en conocimientos como en
valores.
Formarse de
manera integral, capacitarse para utilizar esos conocimientos y estar dotado de
una escala de valores que te hagan una buena persona es una herramienta
fundamental para sobrevivir en este día a día. Si esto no se produce o se poda
alguna de las tres patas de este principio planteado, la persona se encontrará
con taras. Los aspectos del conocimiento los tenemos claros, pero lo de los
valores y las actitudes… Fíjense sino en los ejemplos profesionales y éticos
que aparecen por la pantalla de televisión, ese hermano mayor que todos los
mozos tienen reverenciado.
Si sus ídolos
son futbolistas o entrenadores mal educados, orgullos y tremendamente ricos,
mal vamos. Menos mal que nos queda Vicente del Bosque, profesional, con patrimonio
pero persona modesta y del barrio
Garrido. Nuestros jóvenes conocen perfectamente a Messi, Ronaldo, Cañizares o
Casillas, pero no tienen las más remota
idea de quién es Eugenio Santos o Mariano Barbacid. Estos dos últimos señores, por si acaso, son parte
de la élite investigadora cuyo trabajo beneficia y beneficiará a nosotros, a
nuestros amigos y a nuestros familiares en la lucha contra el cáncer.

Si no formamos
bien a nuestros jóvenes, si su educación no va orientada a tener también una
vocación científica, nos estaremos equivocando. Cuando nos preguntamos hasta la
saciedad sobre la clase de mundo que dejaremos a nuestros hijos, empiezo a
pensar que tiene razón Leopoldo Abadía al dar la vuelta a la pregunta e
interrogarse ¿Qué clase de hijos dejaremos a este mundo?
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