lunes, 24 de febrero de 2014

Vivimos del paisaje; columna de opinión en SalamancaRTV.com

Seguramente todos tengamos un paisaje idealizado en nuestra memoria. Una escenario al que volvemos de manera inconsciente por un olor, un sabor, un sonido… Sin saber cómo nos hayamos mentalmente allí, y por unos segundos olvidamos las tensiones, las ansiedades, las prisas. Muy probablemente este lugar exista de manera más o menos aproximada, vinculándolo a la infancia o a la juventud. Seguramente disfrutamos y sentimos ese espacio, degustando eso que llamamos felicidad.


Muchas de las personas con las que he dialogado sobre este hecho asocian este recuerdo a las riberas, cuando aun se podían bañar en ellas. Otros a los encinares, cuando salían a por bellotas, algunos a las montañas y sierras cuando pateaban mochila a la espalda. Comparto estas vivencias como fiel contemplador e intérprete de nuestros paisajes. Personalmente tengo el río Batuecas en el recuerdo, aderezado con aromas de jara en calores estivales.

Los paisajes forman parte de nuestros mejores recuerdos y vivimos, sentimentalmente, de ellos. Por tanto nos duelen los daños que se producen sobre aquellos lugares a los que asociamos todos estos sentimientos. Porque son parte de nosotros. Pero también son o somos muchos los que vivimos, laboralmente, del paisaje. No voy a cerrarme a los guías de naturaleza y afines, más bien voy a abrirme a hosteleros, restauradores y otros empresarios afines. ¿Qué hace que los turistas y visitantes se vuelquen en las Sierras de Francia, Béjar o Candelario? ¿Qué les atrae de las Arribes o de las dehesas? Indiscutiblemente una escenografía natural hilvanada de arquitecturas vernáculas.


Merece la pena destacar que los paisajes que menos han sufrido ese mal entendido desarrollo, las poblaciones que mejor han sabido conservar sus cascos históricos son las que mayor potencial tienen en la actualidad. Sus restaurantes y casas rurales son las que aun mantienen cierta economía autónoma, actividades con valor añadido que no dependen de las bondades de la PAC. Los paisajes agrícolas tan dependientes de esta política común, tendrían no sólo poco futuro sino que apenas tendrían presente si la PAC desapareciera.



Revindicar la ruralidad bien entendida no es sinónimo de atraso o subdesarrollo. Defender estos paisajes culturales implica valorarlos como patrimonio. Patrimonio es sus muchas acepciones, no olvidando su significado económico y de heredad.

El paisaje es la herencia recibida de las culturas y economías del pasado. Si analizamos qué paisajes estamos dejando al futuro podremos entender el significado de la cultura y economía actual.
Sigue las opiniones de Raúl de Tapia en su espacio "Desde la linde", todos los lunes en Salamanca RTV.

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