La mayor parte de la población
cuando piensa en adolescentes los asocia a hormonas alborotadas, dependencia
del Tuenti, vaguerías varias, deteriorados valores, menguada educación, nulos
modales, exiguo interés por los estudios, precoces inicios en el alcohol,
tabaco y otras drogas… en fin, una amasijo de virtudes de larga enunciación.
Esta generalización es una de las caras de la poliédrica realidad y utilizaré dicha generalización a lo largo de
estas letras, siendo consciente de las excepciones. Cuando dichas
características se dan en un amplio grupo de jóvenes hay que buscar las causas
antes de acusarlos, más que nada por eficacia. Es decir, perder el tiempo en
culpabilizar ha de ser sustituido en ganarlo detectando las raíces que nos
permitirán enmendar estas conductas.
Si pensamos en cómo se les está
educando podemos ver sólo el aspecto académico, pero éste será insuficiente.
Soy de los que pienso que la sociedad en la que viven les educa tanto o más que
el instituto o el colegio. Esa sociedad le está llevando a valorar y santificar
el éxito sin pensar en el esfuerzo, el sacrificio y la disciplina. La televisión les llena la
cabeza de personajes que se pasean por El gran Hermano o el Sálvame,
convirtiéndolos en ídolos de mucha pasta y poco trabajo. En los últimos años se
les ha enseñado que lo más chic era conocer Europa sin ni siquiera conocer su
propia provincia. La lectura forma parte de una odiosa obligación escolar y sus
héroes del futbol, baloncesto o Fórmula 1 no aparecen nunca en la pantalla
leyendo un libro o animándoles a que lo hagan. Todo esto es un continuo suma y sigue.
Pero durante la semana pasada hemos
podido demostrar desde la fundación en la que trabajo, que todos estos errores
son reconducibles. Hemos tenido el placer de compartir cinco días con una
treintena de jóvenes de 15 y 16 años que se han apuntado a un programa de
voluntariado ambiental de la Diputación de Salamanca. Estos chichos y chicas,
que inicialmente cumplían los estereotipos citados, me han demostrado que saben
divertirse y madurar trabajando de manera altruista, en contacto con la
naturaleza. Esta es una de las necesidades que tienen sin que lo sepan ni ellos
ni muchos de sus padres. En estos días han sacado basura del Tormes, han
limpiado de arrastres y troncos del puente de Almenara, han revisado la
señalización de rutas para el ecoturismo y han marcado la vía pecuaria del
Cordel de las Negras para que pueda ser
disfrutado por gente que no conocen. Han trabajado físicamente, la mayoría por
primera vez en la vida, madrugando, cansándose pero disfrutando. Y se han
sentido orgullosos.
Pero lo más gratificante es que en la evaluación que realizaron todos coincidieron en que les gustó el trabajo en equipo, sin competir. Que han sido conscientes de que les gusta hacer algo por los demás sin recibir nada a cambio. Que la naturaleza es necesaria y si hay algo que arreglar o limpiar en ella no importa que tú no hayas sido el responsable para ponerle solución. Que convivir no es tan difícil y que el compañerismo es un valor en alza. Que pueden pasarlo bien y alucinar sin ordenadores. Que pueden hablar entre ellos en carne y hueso sin Tuenti o Wassup. Que los paisajes salmantinos son tan flipantes como Londres o Berlín…
Pero lo más gratificante es que en la evaluación que realizaron todos coincidieron en que les gustó el trabajo en equipo, sin competir. Que han sido conscientes de que les gusta hacer algo por los demás sin recibir nada a cambio. Que la naturaleza es necesaria y si hay algo que arreglar o limpiar en ella no importa que tú no hayas sido el responsable para ponerle solución. Que convivir no es tan difícil y que el compañerismo es un valor en alza. Que pueden pasarlo bien y alucinar sin ordenadores. Que pueden hablar entre ellos en carne y hueso sin Tuenti o Wassup. Que los paisajes salmantinos son tan flipantes como Londres o Berlín…
En fin, que les gustan otras
cosas, pero que si no se las ofrecen o se les incita a hacerlas no podrán
elegir. Si con 15 ó 16 años aprenden todo esto, llevarán una buena mochila para
la vida que les va a tocar vivir. Si necesitan madurar, ser responsables y
comprometidos con el momento histórico, social, económico y ambiental actual,
hemos de educarles en todo lo dicho. Así que si tienen hijos adolescentes,
apúntenlos a un voluntariado… aprenderán.
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo y gracias por sacar a la luz a esos jóvenes invisibles para la sociedad. Enhorabuena por esa bonita labor que haceis que repercute en todos nosotros.
Un saludo.
Gracias a ti por compartir esta manera de pensar y saber mirar a la sociedad con otros ojos. Un saludo: Raúl Tapia
Gracias a la Fundación Tormes por la labor tan positiva que estáis haciendo en nuestros jovenes.
Publicar un comentario